martes, 23 de agosto de 2011

*Capitulo 4*


El trayecto en coche se me hizo largo y aburrido.  Intenté dormir, pero mi cabeza era un volcán en ebullición, y las preocupaciones me acosaban de tal manera que no me permitían descansar.
Por un lado, estaba el mero hecho de me iba, no solo de mi ciudad, sino de mi país. Me iba a un sitio en el que no conocía a nadie, y en el que, probablemente, habría todo tipo de gente dispuesta a meterse conmigo.  Tenía bien claro que encontrar enemigos es mucho más fácil que encontrar amigos, y ahora que por fin había encontrado un grupo de personas que sí merecía la pena (Holly, Steffanie, Dan y las demás chicas), debía de dejarlo marchar. Y eso me dolía más que nada en el mundo, porque tenía la sensación  de que esa era una amistad de verdad, y que se iba a echar a perder.
Por otro lado, estaba mi beso con Dan, ese que yo había sido tan tonta como para provocar, y que solo había empeorado las cosas. Si  antes no tenía para nada claro el estar enamorada de él, ahora no tenía claro ni el significado de la palabra “amor”.  Solo sabía que había cometido un error al abalanzarme sobre él del modo en el que lo hice, y que, al final, pagaría las consecuencias.
Por fin llegamos a la estación. La estación siempre había sido uno de mis sitos de la ciudad favoritos, a pesar del amargo significado que adquiría ahora. Era como un mini-centro comercial, con la diferencia de que tenía una pequeña selva de plantas en el centro, y en el medio de esta había un lago enorme.
-Jackie, voy a dejar las maletas y a validar los billetes, si quieres puedes coger una revista de la tienda y leértela mientras.
-Vale, de acuerdo.-dije yo, casi en un suspiro.- Estaré en la mini-jungla.
Vi  a mi madre alejarse, junto con mi hermano. Cuando comprobé que realmente iban facturar mi maleta, y no a comprarme ninguna chorrada como despedida (cosa muy típica de mi madre), me fui a la mini selva.
Alrededor de fuente principal de la selva, había esparcidos algunos bancos. Me senté en el más cercano, mientras intentaba aclarar mis ideas. Hasta que, de pronto, una melenita rubia platino se asomó por detrás de una plantita.
-¡Holly!-exclamé, sorprendida.
Pero no solo estaba Holly. De pronto, las cabezas de todas mis amigas empezaron a salir de detrás de la planta.
-Oh, dios mío, chicas ¿Qué hacéis aquí?-dije yo, entre risas.
-¡Feliz cumpleaños!-exclamo Steffanie, como si fuera una showgirl, mientras Holly y Donna la daban una colleja de forma simultánea.
-Steffie, hoy no es su cumpleaños, ¿lo sabes, no?-dijo Tonya, cruzándose de brazos.
-Ya, pero es que, si no, no tenemos escusa.-contestó Steffanie, sin abandonar su papel de presentadora de concurso.
Sonreí. Esas cuatro siempre me sacaban una sonrisa.
-Hola, Jackie.-dijo una voz masculina, que provenía justo de detrás de Steffanie.
-Hola Dan.-dije yo, escondiendo mi rostro entre una mata de pelo rojizo.
Intenté mantener la compostura, y levantar la cabeza, pero sabía que el rubor de mis mejillas aumentaría hasta límites insospechados, y que, probablemente, empezaría a tartamudear, y eso era lo último que quería que pasara. No quería que la imagen que se llevara de mí fuera la de una chica infantil y cobarde –aunque quizás la de mata de pelo parlante no era mucho mejor- y sabía que, tarde o temprano, tendría que dar la cara.
Me quité, con cuidado, el pelo de los ojos. Conforme la cortinilla de pelo pelirrojo se iba apartando, iba viendo un Dan sonriente y guapísimo, que vestía una camiseta negra y unos vaqueros desgastados. Estaba junto a Jared, el novio de Holly, que también iba de negro.
  Fue entonces me di cuenta de que TODAS mis amigas y amigos iban de negro, aunque cada uno a su estilo. 
Holly llevaba su camiseta negra de green day , mientras que la camiseta de Donna , negra también, era completamente lisa, con un par de botones. Steffanie iba tan coqueta como siempre, con una camiseta (negra, por supuesto) con pequeños lunares blancos  que se ataba al cuello, e incluso Tonya llevaba una camiseta negra sencilla, con un pequeño lazo rojo que la daba un toque de color.
-Oye, ¿hay algún motivo por el que vayáis todos de negro?
-Claro.-Dijo Holly, sonriendo.- porque estamos…
-¡DE LUTO!- exclamaron todas a la vez, posando como si fueran los Ángeles de Charlie.
-Oye, ¿y los chicos no posan?-dije, a punto de ahogarme de la risa.
-Oh, si lo desea la diosa tomatito, habrá que hacerlo, ¿no, Jared?-exclamó Dan, con ese tono de voz tan peculiar que se le ponía cuando bromeaba.
Jared asintió, y los chicos empezaron a posar, imitándolas a todas, e incluso acariciando sus pectorales como si fueran pechos.
Todas rompemos a reír. Éramos un grupo muy unido, sin apenas peleas, de esos que quedan todos los viernes a tomar algo y salen de fiesta todos juntos por las noches. Éramos inseparables, o lo habíamos sido hasta el momento.  Solo esperaba que siguieran así de unidos sin mí.
-Pasajeros del tren número 14, destino USA, acudan a la estación-.dijo la voz de megafonía.
-Ese es mi tren, dije yo, sonriendo tristemente.
-Si quieres te acompañamos.-propuso Holly, mientras Steffanie ya se enjuagaba la primera lagrimilla.
Caminamos todos juntos en silencio hasta llegar a mi vagón. De algún modo u otro, los dedos de Dan y los míos, se habían entrelazado, y, aunque yo procuraba no mirarle, él no paraba de mirarme a mí.
 Mi madre ya me estaba esperando allí, así que me fui con ella y dejé a mis amigos por un rato.
-Jacqueline, pase lo que pase quiero que sepas que tu padre, tu hermano y yo siempre estaremos allí para apoyarte. Si en algún momento quieres volver, o te sientes presionada….
-Sí, ya lo sé, mamá,  sólo tengo que llamaros. No te preocupes, te llamaré en cuanto llegue.
-Así  me gusta.-dijo ella, sonriendo tristemente.-Ve a despedirte de las chicas.
Nada más oí a mi madre pronunciar esa frase, salí corriendo hacia mi grupo de amigos.
Lo primero que hice fue  abrazar a Steffanie, que lloraba como una magdalena.
-Te, te voy… te voy a echar de menos.-dijo ella, sollozando.
-Y yo a ti, Steffie.  Venga, no llores. –dije.
Ella asintió, tristemente, y luego se enjuagó una lagrima, con una media sonrisa.
-Donna, Ny. Sois geniales, seguid así ¿de acuerdo? Y vigiládmelos bien ¿eh?
Ambas sonrieron. Donna y Tonya eran gemelas, y las dos tenían los mismos ojos color avellana y el mismo pelo oscuro. Destacaban mucho, ya que gran parte de las chicas de del instituto (incluidas tanto Holly como Steffanie) eran rubias, y no era habitual encontrarte un par de castañas idénticas como ellas.
-Jared.- dije yo, saltándome a Dan y a Holly, que me miraron con fingido odio.- No hablamos mucho, pero eres una persona genial, y estoy segura de que Holly y tu seréis muy felices. Cuídala.
Jared sonrió tristemente mientras yo me acercaba hasta Holly, a paso lento.
-Holly.-dije yo, aunque mi amiga no me dejó terminar la frase, sino que se lanzó a mis brazos y empezó a llorar.
-Jackie, eres genial, no sé que voy a hacer sin ti los viernes por la tarde, yo…
-¿No se supone que la que da los discursos soy yo?-dije, intentando hacer sonreír a Holly, que ni siquiera me dejó de abrazar, ni paró de llorar.-  Te quiero muchísimo rubia.  
-Y yo.-dijo ella, intentando separarse de mí sin que se notase mucho lo triste que estaba.- Pásatelo bien, tomatito.
Sonreí. Ahora tocaba la parte más difícil
-Dan.- dije, cogiendo aire.- sabes lo especial que eres para mí. Nada va a ser lo mismo sin ti, y yo…
Nuestros rostros estaban peligrosamente cerca. Nuestras narices, a punto de tocarse. No debía hacerlo, pero la tentación era demasiado grande.
Fue muy corto.
Un pequeño beso, lo suficientemente largo como para significar algo, pero tan corto como para no dejar ganas de más
Un beso que me supo a gloria.
-Último aviso para los pasajeros del tren número 14 con destino a USA.
-Me tengo que ir ya.-dije, triste, pero algo más sonriente.
-Buena suerte.
-Buena suerte para vosotros también. Os llamaré. ¡Os llamaré a todos!
Salí corriendo y me metí en el vagón, justo antes de las puertas se cerraran. Saqué el billete de mi bolso, y miré el asiento en el que me debía sentar. El 49 A.
Era un asiento de pasillo, pero me senté en el que debía de ser el 50 A, que daba a la ventana, y que, de todos modos, estaba vacío. Esperé a que llegara el revisor a sellar mi billete, y entonces me dispuse a acomodarme. Me esperaban 9 horas de aburrimiento. Saqué mi ipod y pulsé el modo aleatorio.
All around me, de flyleaf.  La letra me recordaba a Dan, concretamente a como me sentí en nuestros primer beso. Y pensar que había pasado hace tan solo una noche. Mis manos te están buscando, mis brazos se extienden hacia ti. Que certera era esa canción. Y como dolía su letra.
El tren se puso en marcha, y me pareció distinguir las sombras de mis amigos. Dos lagrimillas se me escaparon, a pesar de que me había prometido a mi misma no llorar. Estaba cansada, cansada de todo, y la música no hacía más que recordarme que todo había sido culpa mía.
Lentamente, con la música, el bamboleo del tren y el recuerdo de Dan, me fui quedando dormida.

miércoles, 17 de agosto de 2011

*Capitulo 3*

Cuando me desperté, lo primero que deseé fue el haber soñado ese beso, aunque sabía perfectamente que había sido real. Recordaba a la perfección el sabor de sus labios, el recorrido de las yemas de sus dedos por  mi cuello y  la pasión en el mar intenso de sus ojos azules. También recordaba haber vuelto a casa  y haber hablado con Holly por el móvil,  explicándola lo difícil que se me hacía marcharme después de aquel torrente de sentimientos  que se había desatado en mi interior.
Sabía que todo había sido culpa mía, que yo había iniciado ese beso que había dado rienda suelta al vendaval, y, aunque en parte me sentía culpable, lo  había disfrutado.
Aunque no era momento para reflexionar. Acababa de llegar el primer día de mi nueva vida, una vida lejos de mi hogar, de mis amigas,y, sobretodo, lejos de Dan.
Me desperecé, me peiné un poco y me dispuse a terminar de preparar mi equipaje. En la enorme maleta roja, que estaba casi completamente llena, metí  el pijama que había utilizado para dormir y la camiseta y los pantalones de ayer, y saqué una falda corta de color rojo, una camiseta blanca en la que ponía, con letras negras, la palabra Shake . Me puse también unos botines negros y mi chaqueta favorita, y cuando estuve lista, bajé a la cocina, donde sabía que me esperarían un buen plato de tortitas.
Siempre que mi madre quería pedir perdón por algo, hacía tortitas por doquier, y luego escribía mensajes con chocolate caliente en ellas. Ese día, en mis tortitas, estaba escrito “Lo siento por el cambio”.
-Bueno ¿Qué opinas tú de todo esto, Jackie?-me preguntó mi hermano mayor, Joe.
-Sabes perfectamente lo que opino sobre esto, así que deja de hacerte el graciosillo.
-Oye, que no era por ofender, ¿eh?  Anda que tú de  marimacho vas a triunfar mucho en el internado.
-No pienso cambiar.-dije yo, expresando mi mayor creencia en voz alta.- y mucho menos para ser alguien como tú.
-No dirás lo mismo cuando llegues ahí.
En realidad, temía que lo que decía mi hermano fuera verdad. Que tuviera que cambiar mi forma de ser para sentirme aceptada, que no hubiera nadie como yo .Mi mayor principio era: Sé como tú eres, no como el resto quiere que seas, pero ¿y si tuviera que incumplirlo? Ser una falsa Jackie, un robot que hace lo que hace el resto. Sin duda era lo peor que me podía pasar, y no estaba  dispuesta a que pasara.
-¡Dejar ya de pelear!-gritó mi madre, harta de ver como discutíamos.-  Jacqueline, tu tren saldrá dentro de dos horas ¿tienes ya la maleta hecha?
-Sí, mamá.-dije, resignada.
-¿Y te vas a poner eso?
-Sí ¿Por qué?
-Oh, no, por nada. No estoy acostumbrada a verte con falda.
Me miré a mi misma. Sí, la verdad era que yo no solía ponerme faldas, tan solo en las ocasiones especiales, pero yo consideraba que ese día, era un día importante. Era el día en el que yo abandonaba todo lo que me importaba para adentrarme en tierras estadounidenses.
Le di el plato vacío a mi madre y me subí a mi habitación. Cerré la puerta con el pestillo y me dispuse a  realizar una buena sesión de relajación. Busqué en mi enorme  maraña de CDs  el de Chinesse democracy, de Guns and Roses, y lo puse en mi radiocasete a todo volumen. Esparcí el resto de CDs por mi cama, y me dediqué a observar sus portadas, mientras establecía mentalmente el orden en el que los pondría.
Nada más sonó la última canción de Guns and Roses, American Idiot se abrió camino hacia mi reproductor. Y, justo cuando iba a cambiar de disco, sonó Wake me up when september ends.
Nunca una canción había tenido una letra tan certera. Despiértame cuando septiembre acabe. Cuando todo este mal trago hubiera pasado. Me hubiera gustado hacer eso, quedarme dormida y no despertar hasta que las cosas estuvieran en orden de nuevo. Pero sabía que eso era imposible. Septiembre no había hecho nada más que empezar.
Al acabarse, me dejó tan vacía que tuve la necesidad de oírla otra vez, así que pulsé el modo repetición. A la sexta vez, mi madre asomó la cabeza por la puerta:
-Jackie, es hora de marcharse. ¿Lo tienes todo?
-Voy a revisarlo. Ahora bajo.
Miré el montón de discos que se extendía por mi cama. No había cosa que deseará más que llevármelos conmigo, pero sabía que eso era prácticamente imposible. Finalmente, me decidí a coger mi Ipod, donde sabía que encontraría, por lo menos, gran parte de ellos.
Lo metí en un bolso gigantesco, junto con mis cascos, el monedero, el móvil y el libro en el cual venían las normas del internado. Cuando consideré que ya lo tenía todo, bajé al piso de abajo. Medio un vuelco al corazón el ver a mi maleta roja, esperando en la puerta, junto con mi madre y mi hermano.
Ahora, ya no había vuelta atrás. 
Mi nueva vida acababa de empezar

lunes, 15 de agosto de 2011

*Capitulo 2*

Nunca había estado tan a gusto, ni me había sentido tan protegida como en los  brazos de Dan
Le agarré con fuerza y hundí mi rostro en su pecho, mientras intentaba contener las lagrimas. Él me revolvía el pelo con una mano, mientras acariciaba mi espalda con la otra.
-Eh, pelirroja, ¿y esos impulsos?- me dijo él, apretando mi cuerpo contra el suyo y subiéndome hacia arriba como si fuera un bebé.
-Bájame, anda.- le dije yo, con una sonrisa.
Me dejó en el suelo, con delicadeza, mientras me examinaba con la mirada.
-Has llorado, ¿no?
-¿Cómo lo sabes?
-Tienes los ojos rojos. Y también la punta de la nariz.-dijo él, dándome un toquecito con el dedo.
-Oye, ¿os habéis olvidado de mi, o me estáis ignorando aposta?- dijo Holly, apoyando el codo en la barra del bar con cara de aburrida.
-Oh, Holly, ¿no estarás un pelín celosa?- contraatacó Dan, poniéndose en la misma postura que ella, e intentando imitarla (cosa que quedó bastante ridícula).
-¿De ti? Nunca. En todo caso de Jackie, y porque la queda mejor la camiseta que a mí.
Sonreí  tristemente, intentando contener las ganas de llorar
-Ojala no hubiera tenido que ponérmela.
-¿Por qué? Si es muy guay.-dijo Holly, mientras ponía poses sexys en la barra.- además significa que nos vamos a volver a ver. ¿O es que acaso no me quieres volver a ver, guarroncia?
Sonreí.
Valoraba los esfuerzos de Holly y de Dan por intentar hacerme feliz, pero no podía evitar entristecerme al pensar que quizá no los volvería a ver.  Que quizá no iba a disfrutar nunca más de la sonrisa de Dan, ni de el humor y la energía de Holly. Ambos eran mis amigos, aunque de forma muy diferente.
Sin duda alguna, Holly era mi mejor amiga, mi cofre de los secretos, y con la que había pasado todas las tardes de viernes durante 6 años. Un fuerte lazo nos unía, un lazo que había sido sellado por los años y por la confianza que sentíamos la una por la otra. Nuestra  amistad no era moco de pavo, y eso era algo que todo el mundo sabía.  Sin embargo el lazo que me unía a Dan era completamente distinto.
Todo el mundo en el instituto pensaba que Dan y yo éramos pareja, aunque ni yo misma sabía realmente lo que éramos.  Era cierto que lo que yo sentía por Dan era, claramente, algo más que simple afecto, aunque no sabía si podía calificarse como amor.  Y, aunque ni yo misma lo tuviera claro, mis amigas aseguraban que se me veía en los ojos.  Lo que empezaba siendo un hormigueo en el estomago, acababa como unas ganas irremediables de abalanzarme sobre él. Estaba claro que lo que sentíamos el uno por el otro era algo más que cariño, pero sin embargo, no nos lo demostrábamos más allá de abrazos tiernos cuando alguno se sentía mal, o algún apretón de manos que otro. Y, aunque este comportamiento  no me aclaraba para nada mis sentimientos, me gustaba tenerlo cerca, aunque tan solo fuera de esa forma.
-Oye, tengo que ir avisar a Joey de que tengo que dejar el trabajo, para que me vaya buscando sustituta.-dije yo, al recordar que debía avisar a mi jefe de que dejaba mi empleo.
-Vale, ¡no tardes!-exclamo Holly, mientras yo me marchaba hacia la cocina del bar.
Seguí caminando, pero, de pronto, una mano rozó mi espalda, y antes de que pudiera darme cuenta estaba mirando los ojos azules más bonitos del mundo.
-Dan…-dije yo, en apenas un susurro.- Por favor, tengo que avisar a Joey.
-Jackie, ya le he avisado. Le llamé en cuanto me enteré de que te ibas. Ahora solo quiero pasar el poco tiempo que te queda contigo.
-Dan yo…- susurré a la vez que notaba que un ardiente rubor se extendía por mis mejillas.
Pero no me dio tiempo a terminar la frase, porque sin ser apenas consciente, había agarrado el bello rostro de Dan con ambas manos, y presionado sus labios suaves y carnosos contra los míos, provocando así un beso que nunca debería de haberse producido, pero que deseé que fuera eterno. 

domingo, 14 de agosto de 2011

*Capítulo 1*

En ese momento solo quería morirme. Veía como todas las cosas que me gustaban se iban disolviendo. Sin duda, esto era lo peor que me podía pasar.  Tenía miedo, estaba asustada, pero sobre todo, lo que quería era huir. Encogerme hasta  desaparecer y no emerger a la superficie en años. Pero sabía que eso era imposible. Mi mundo se había venido abajo al escuchar una sola palabra: Mudanza. Por supuesto que no era una mudanza general, mi familia no iba a acompañarme en esto, y eso lo hacía incluso más horrible.
No, era yo la única que se iba, y nada más y nada menos que  a Estados Unidos. No me imaginaba la vida lejos de Canadá, el hogar de Avril Lavigne y de  Three Days Grace, mi hogar.  Todo para ir a un maldito internado en el lugar más remoto USA. Sí, definitivamente, morirse era la mejor opción.
-¡Jacqueline! ¡Abre la puerta, por favor!
-¡No! ¡Déjame en paz!-dije yo, haciendo más presión sobre la puerta.
Exacto, al no poder desaparecer, había optado por esconderme en mi  habitación con la música a todo volumen  y bloquear la puerta. Era algo que había hecho desde los ocho años, siempre  en situaciones similares, así que había desarrollado una técnica infalible a la hora de bloquear la puerta.
-Jackie, ha venido Holly. No puedes dejarla esperando en la puerta.
Asomé la cabeza por una pequeña rendija que abrí  entre la puerta y yo. Pero en lugar de encontrarme la melena rubia platino que caracterizaba a Holly, me encontré con el pie de mi madre, bloqueando la puerta y bloqueando así también toda posibilidad de huida. 
-¡Déjame! Mamá, quita ese pie de la maldita puerta.
-No, en serio, Jackie. Holly está en el salón, esperándote, así que deja de portarte como una idiota y ve.
Resoplé. Sí, era cierto,  me estaba comportando como una auténtica imbécil, pero no sabía de qué otra forma podía reaccionar. No me era sencillo aguantar la compostura y ser la chica sencilla y amable que había sido antes.
-De acuerdo.-dije al fin.- Ahora bajo. Dila que me esperé en el  Blue Palm Café.
Nada más  oí a mi madre bajar por la escalera, fui corriendo a mi armario y saqué mi camiseta negra de Nirvana.  Si Holly sabía que me iba, también la llevaría puesta, sino, solo con verla lo sabría.         Esa camiseta tenía un significado especial para ambas, y la razón era muy simple: cuando una de las dos se marchaba, oíamos Smell like teen spirit las dos juntas, vistiendo nuestras camisetas de nirvana y prometiendo así que no nos iríamos para siempre, que nos volveríamos a ver.
Aunque hoy  tenía la sensación de que, lamentablemente, iba a ser la última vez que escuchara Smells like teen spirit con la compañía de Holly.
Terminé de arreglarme conjuntando mi camiseta con mis pitillo negro y mi cinturón con tachuelas, y rematándolo con mis botas militares favoritas.
Bajé corriendo las escaleras (procurando antes dejar  toda la ropa sucia por el medio, el ordenador  encendido, y demás cosas que sabía que iban a horrorizar a mi madre como venganza)  mientras revisaba mi móvil en busca de mensajes.
Nada.
Al parecer, Holly era la única que lo sabía. Conociendo a mi grupo de amigas, en cuanto se hubieran enterado hubieran  llenado de mensajes mi contestador y reventado mi muro en facebook. Lo que me dejaba algo pendiente.
 Por fin, llegue al Blue Palm Café.
El Blue Palm Café  era, por excelencia, el lugar  de encuentro de todo mi grupo de amigos. Siempre íbamos a allí, tanto que hasta los camareros se sabían ya nuestro nombre. Con el tiempo, tanto Stefannie (otra de mis amigas) como yo habíamos conseguido un empleo allí. Otra cosa que perder. La lista se hacía más larga por momentos.
Abrí la puerta con nerviosismo, revisando cada centímetro del local en busca de Holly, pero me sorprendió no encontrarla en nuestro rincón habitual, sino en la barra, parloteando con un chico de espalda ancha, pelo castaño y camiseta azul.
Me acerqué hacia ella, con una sonrisa triste y las manos en los bolsillos, esperando alguna reacción. Ella se limitó a saludarme con la mano, señalar su camiseta de nirvana y avisar a su compañero, que se giró inmediatamente y me dedicó una mirada apenada, pero llena de dulzura.
 Y fue entonces cuando reconocí  al chico que  la acompañaba.
Lo único que pude hacer fue saltar hacía él y derretirme en sus brazos.